Fotografía de los componentes de la tertulia literaria “El Dado Verde”, a principios de los años 70.
En torno a los años 50, en la calle de El Carril, en casa de Adelino Calatayud y de Margarita se reunían todas las noches de los sábados unos cuantos amigos apasionados de la literatura, para leer sus escritos, bien fueran relatos en prosa, bien fueran poemas. Allí, en esta pequeña situada frente a la casona de los Sirera, entre charlas de cualquier tema de lo que aconteciera en el pueblo y lecturas de sus composiciones o de textos improvisados, pasaban las horas en animados coloquios frente a un buen plato de faves bollides y un vaso de vino.
En palabras de José Mª Aguado Camús: Unos hombres ingenuos que dejaban su amargura en la calle, en “El Carril”, y fabricaban su mundo en las vaporosas y blanquecinas nubes que surcaban los cielos de sus pensamientos.
La Tertulia empezó con José María Aguado, Adelino Calatayud Pujalte y Francisco Crespo Navarro. A ellos se les unirían después, Antonio Carbonell López, Francisco Escolano Gómez, José Moreno Gilabet El Conillet, Francisco Mira López, Pascual García, Antonio El Canari, Manolo Boyer y Daniel Abad. Más adelante asistirían a sus reuniones, Manolo García Terol y Jaime Santo Vidal.
Todas las primaveras, allá por el mes de marzo, solían reunirse a almorzar en El Barranquet, para celebrar la llegada de la primavera. Allí en el rellano de tierra que había en el exterior de una pequeña casa destinada a guardar los aperos de labranza y otras herramientas del campo, propiedad de Antonio Carbonell y bajo un considerable algarrobo que había plantado su abuelo en el s. XIX continuaban con sus interminables charlas, dando cuenta a la vez de un buen almuerzo compuesto de los típicos ingredientes novelderos. Uno de aquellos años, en 1961, decidieron celebrar el centenario de El Garrofé, haciendo una pequeña publicación en la que algunos de los tertulianos escribiría su particular elogio al Garrofé.
Tal como José Mª Aguado escribía en su libro Primaveras Recobradas (1980):
Todos admirando la grandeza de aquel árbol viejo, mientras las palabras nos hacía verlo crecer, y subir, y llegar hasta lo alto de las punteras ramas que mantenían enhiesto su afán de tocar con las hojas el cielo. Después, la ceremonia de preparar la mesa para el almuerzo, bajo su sombra, sintiendo, al pasar, el roce amistoso y cordial del las garrofas que, entre el ramaje, se asomaban a vernos. El vino, los tomates, las habas tiernas y frescas, Y cada uno su pan, y de todos los que cada uno llevaba: la sardina, la tortilla, el guisolet, la tonyina… Novelda venía con nosotros en estos manjares.
En su empeño disfrutar de todo aquello que tuviera vínculo con la literatura y, dado que varios miembros de la tertulia estaban vinculados con el oficio de la imprenta, se embarcaron en editar e imprimir utilizando los medios de la Imprenta Carbonell algunos libros, tales como la primera edición del libro de Francisco Escolano Gómez “Solo por que no se olvide”, que vería la luz en julio de 1956 o del opúsculo que compusieron con motivo del centenario de Garrofé, en 1961.
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